160 millones después


Venía el 
Madrid de ofrecer buena imagen de fútbol y ocasiones ante el Málaga y ayer tocaba confirmar la tendencia. Venció a la Juventus, encarriló el pase a octavos en la Champions y exhibió el poderío de Cristiano. La buena noticia es que el Madrid se basta con la ambición insaciable del portugués; la mala, esa sensación de inoperancia ante una Juve que se quedó con diez en el 49'.
Y es que, mientras la Juventus se presentó en el Bernabéu con una idea clara y atractiva de lo que quiere, el Madrid se vio reducido a los fogonazos de Cristiano y las galopadas de Di Maria. Se llevó el partido en un par de pinceladas pero salió sonrojado en la comparación con el campeón de Italia. Gustó tanto la Juve que el Bernabéu no pudo sino ovacionar a Llorente -que marcó otra vez- y a Pirlo, máximo exponente de la Italia romántica.
Pero lo que acaso pudo irritar a buena parte del madridismo, que acabó pitando tímidamente a su equipo ante la posibilidad real de un empate, es que, 160 millones después, no hay un recambio de garantías para Arbeloa, Khedira sigue organizando el juego del Madrid y que la esperanza arriba, descartado Benzema, es un chico con muy buena pinta pero que no deja de ser una apuesta de futuro. Paciencia habrá que tener con Morata como con Bale, que necesita un mapa y una brújula para entender los planes de Ancelotti.
No obstante, queda el consuelo de que tampoco el Barça del Tata Martino parece encontrar su identidad, y puestos a comparar, inspira más fiabilidad el toque de tambor y corneta del Madrid que los violines del Barça, muy desafinados aún. El Clásico de este sábado marcará los próximos meses. Perfectamente, el Madrid puede ganar en el Camp Nou y después todo será maravilloso hasta el mes de marzo, cuando empiece la Champions de verdad. Para entonces, igual el Madrid ya suena de otra manera.