NO SON AFICIONADOS


Atlético de Madrid y Deportivo de La Coruña se iban a enfrentar en el Vicente Calderón a partir de las 12:00 del medio día de este domingo, horario que convertía el partido en un perfecto espectáculo familiar, idóneo para acudir con los más pequeños. Imagino a ese padre madrileño, levantando temprano a su hijo y vistiéndolo con su camiseta del Atleti para salir pronto a tomar unos churros, disfrutar después del ambiente en los aledaños y terminar la mañana viendo a su Atleti en el Calderón. O esa madre que, en la fría madrugada gallega, prepara el bocadillo de su hijo y lo despide en algún lugar de A Coruña cuando aún es noche cerrada y unos cuantos autobuses ponen rumbo hacia la capital de España con la ilusión de ver al Depor asaltar la casa del campeón.
Unos tipos destrozaron el plan. Se habían citado a las 9:00 de la mañana en los aledaños del estadio para ajustar cuentas en una batalla campal más propia de la Edad Media. Las imágenes sobrecogen. El negocio consistía en darse matarile unos a otros por el simple motivo de simpatizar por equipos diferentes. Entre ellos, descerebrados habituales en los campos de fútbol y otros tantos cobardes con antecedentes penales, la flor y la nata de nuestra sociedad, campando todos ellos a sus anchas y rebuznando improperios mientras se lanzan todo lo que encuentran a su paso.
El episodio termina con la muerte de un hombre de 43 años, padre de familia y ultra de la sección más radical de los 'Riazor Blues', que fue rescatado del río Manzanares con un traumatismo craneoencefálico y síntomas de hipotermia. Según fuentes policiales, en la reyerta participaron grupos ultras del Atlético de Madrid, Sporting de Gijón, Deportivo de La Coruña, Rayo Vallecano y Alcorcón, gentuza indeseable que se hacen llamar aficionados al fútbol y a quienes los clubes y la justicia deberían de perseguir hasta identificarlos y expulsarlos de por vida de los recintos deportivos. Porque tan asesino es quien mata, como quien da cuartel al criminal.