El Villanueva del Arzobispo agranda su leyenda.


Terminó el derby de Las Villas y en medio de toda la locura desatada en San Blas tras la victoria del Villanueva del Arzobispo, se me acercó un amigo para apuntar: “Son ya quince años sin que el Villacarrillo nos gane en casa”. Desde luego, no era un partido más, no eran sólo tres puntos lo que había en juego, también había de por medio un orgullo, una historia. Por eso los equipos saltaron al césped arropados por más de 1.300 gargantas, por eso el Villacarrillo llevó consigo a unos 400 aficionados que respondieron con cánticos de apoyo al segundo gol que daba la puntilla a su equipo, y por todo esto, tanto el Villanueva del Arzobispo como el Villacarrillo son, esta noche, un poco más grandes.

Ganó el Villanueva del Arzobispo, sí, pero el Villacarrillo no lo puso fácil. Desde el inicio, los de Rafa Espino salieron a por el partido, presionando arriba y ahogando la salida del balón del Villanueva. Lo estaban haciendo bien y dominaban el partido, pero en una jugada a balón parado que se botó cerca del área de Alejandro, llegó el primer gol del Villanueva tras un remate de Damián. Era el 1-0 y el Villacarrillo recibía el primer golpe cuando menos lo esperaba. Pero no tardó en contestar el Villacarrillo, que siguió a lo suyo, llevando el peso del partido y pronto empató por medio de Negro.
Así se inició la segunda parte, con tablas en el marcador, con igualdad sobre el terreno de juego y con un Villacarrillo que, tocando con paciencia, trenzó jugadas que terminaron en claras ocasiones de gol. Mientras, el Villanueva sufría pero a la vez confiaba en que llegaría su oportunidad. Es su habitat natural, el bloque de Jesús Cuevas sabe esperar agazapado hasta detectar el más mínimo descuido para saltar entonces sobre su presa y asestarle un zarpazo mortal. Es cierto que también tuvieron ciertos momentos de buen fútbol, pero no llegaron a encontrar la profundidad necesaria como para hacer daño a su rival. Así que fue en una contra cuando Seba, esa clase de extremo pequeñito, rápido, escurridizo y alborotador que tanto admiro, aprovechó un despiste en la zaga visitante para poner el 1-2 cuando el partido agonizaba.


Castigo excesivo para un Villacarrillo que mereció más, pero en cualquier caso, partidazo lleno de tensión descargada cuando el árbitro pitó el final. Ejemplar comportamiento de las aficiones, que dieron un auténtico recital de deportividad y compromiso con sus clubs abarrotando un Municipal de San Blas que no recordaba un ambiente así desde tiempos remotos. Unos marcharon tristes, otros quedaron rebosantes de alegría, es la Ley del Derby. Ya se sabe, como dijo Bill Shankly, mítico entrenador del Liverpool: “El fútbol no es cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso”