Victoria del Útica y polémica arbitral.

Es justo o es injusto, esa es la cuestión. Personlamente pienso que todo lo que entra dentro de la legalidad, es justo. Así que es justo que el Útica ganara al Castillo a pesar de que las ocasiones claras las pusiera el Castillo. Sí, podríamos decir (y a ese carro me subo yo) que el Castillo mereció más, pero el fútbol tiene lo que no tiene ningún otro expectáculo: emoción, incertidumbre. El fútbol no entiende de guiones ni de méritos, cuando arranca un partido, cualquier cosa puede suceder, domine quien domine, juegue quien juegue. Y me agradó la propuesta del Castillo en Marmolejo, pero el Útica, que llegó con innumerables bajas, se llevó finalmente el partido.

El Útica juega muy bien. Esconde el balón, lo mima, lo mantiene. Toca y toca sin prisas, sin urgencias. Mastica la jugada y espera el momento idóneo para precipitarla, entonces acelera el ritmo y entra con peligro en el entramado defensivo de su rival. En la primera parte vimos a éste Útica, y lo vimos sin sus principales baluartes, lo que manifiesta que el estilo de juego se trabaja bien y desde la cantera, porque juegue quien juegue, el Útica no pierde su identidad. Sin embargo, se encontró ante un Castillo muy bien plantado que no concedió ocasiones en la primera parte, tan sólo Majuelos alteró la paz de la defensa castillera con dos apariciones, en una tiró fuera el balón, y en la segunda entró, golazo, al borde del descanso. Para entonces el Castillo sí había amenazado ya al Útica, pero se quedó en eso, amenazas en forma de contragolpes mortales en los que el Castillo falló goles clarísimos que habrían cambiado el signo del encuentro.

En la segunda parte, el Castillo se desmelenó y se sacudió del aplastante dominio del Útica de la primera mitad. Los de José Miguel Ibáñez se volcaron sobre la portería de Villatoro y siguieron fabricando ocasiones que se iban marchando al limbo una detrás de la otra. El Castillo se quedó con diez, pero siguió acosando a su rival con coraje y buen juego. Sin embargo, el colegiado no pitó un penalti claro en favor del Castillo que podría haber supuesto el empate cuando el Útica parecía noqueado. Como consecuencia de la polémica, el Castillo perdió a otro mediocentro por roja directa y a partir de ese momento el Útica controló el partido hasta el final. Chico acabaría castigando al Castillo con dos goles más en lo que fue un recital de valentía de Jose Miguel Ibáñez, técnico castillero, que con el 1-0 y ocho futbolistas de campo, mantuvo dos puntas en un intento suicida y desesperado por conseguir lo que fue a buscar y, tal vez, mereció: igualar, al menos, el partido.