La noche en que volvió el Atleti.

No vi el partido. El Atleti es una moneda al aire, si al caer sale cara, nos ofrece heróicas gestas como la de anoche; si por el contrario, sale cruz, incluso mi magnífico equipo de alevines le puede pintar la cara en su propio campo. Así que ayer me perdí la fiesta, no ví el día en que los jugadores volvieron a levantar la bandera rojiblanca, pisoteada y llena de remiendos, para clavarla en la final de la Copa del Rey, donde no han llegado ni el Real Madrid ni el Barça, para clavarla por encima de sus miedos, sobre su gigantesco complejo de pupas.

Eran las 23:59. Me monté en el coche y lo arranqué. Tenía los pies helados y las esparteñas empapadas de agua, así que puse la calefacción a tope y encendí la radio: "Tu afición es sentimiento.... y tiene mucho alimento, di que tu eres el mejor, hincha tu eres el mejor, escuchando el transistor, ra ra ra...." ya me había ido informando una amiga, colchonera de sangre y corazón, que el Atleti estaba jugando bien, que primero había marcado Simao y que luego Reyes había hecho el segundo. Después, ella, que sabe que con el Atleti no se puede fiar uno hasta que el árbitro no pite el final, me pidió que rezara un poco al Cristo del Amor para que marcara el uruguayo (su futbolista favorito). Pero sobre mi costal no se posaba el Cristo, sino una parihuela que contenía no sé cuántos mil kilos de bloques de cemento. Entre marcha y marcha, sacaba el móvil del bolsillo para ver si tenía nuevas noticias. Nada.

- "Dos cero ganamos tío, Simao y Reyes, pero es que por lo visto estamos jugando de cojones."
- "¡Venga ya! No hay quien los entienda a los ciervos estos, ¿Ahora están en el descanso ¿no?"
- "Sí."
- "Todavía no me fío macho."
- "Pff ni yo, pero todavía tiene que marcar el uruguayo, ya lo verás."
- "Venga, vamos pa dentro que nos toca."

Un buen rato después, con el cuello dolorido tras un turno de varias marchas, oigo: "pi pi pi pi pi pi pi pi", ostia, hay gol en Carrusel. Era el tercer sms que recibía, de los dos anteriores ni me había percatado por el ruido de las marchas y la concentración en el paso y en la voz del vocero. Me escribía Virgilio Moreno: "Nachete, ve diciéndole a Edu que prepare las entradas...". -Ostia, ¿pero cuánto van?- Leí los dos mensajes anteriores, eran de mi amiga: "Gooool del uruguayitoo!!" "Otro del uruguayo 4-0!!" -La ostia 4-0- No sabéis lo rico que estaba el jamón que llevaron mis hermanos costaleros para recuperar las energías tras el ensayo como cada jueves (la verdad es que nos lo montamos que te cagas). El jamón, el salchichón, la cerveza, el chorizo, las patatillas... todo estaba especialmente bueno anoche.

"Señores, que me voy pa Los Villares, nos vemos el jueves que viene". 00:05, era noche cerrada, oscura, llovía con fuerza, hacía frío y soplaba un viento aterrador. Mi cochecillo, un peugeot 107 negro chiquitín, se tambaleaba por el viento en una de las rectas de la carretera de Los Villares. Cada vez llovía más y la carretera estaba empapada y resvaladiza, aun tenía un poco de hambre y seguía con los pies mojados. Pero hacía una noche estupenda.