
Porque una hora antes de que comenzara el partido, pasaba yo por Ejército Español y ya veía gente con las camisetas del Real Jaén en dirección al estadio, igual que unos coches que subían por el Paseo de la Estación y giraban a la izquierda en el cruce del Condestable con unas bufandas atadas a los retrovisores. Más adelante, la esquina de Pioneros era un hervidero de gente joven que llegaba hasta los aledaños de la plaza de toros. El blanco inundaba la avenida e incluso tuve que apagar la radio del coche para poder escuchar algunos cánticos. La ciudad ya ha empezado la fiesta.
Una hora más tarde, comenzaba el partido y La Victoria presentaba un aspecto expectacular. Unos 9000 aficionados se dieron cita para saborear el aperitivo que precede a la liguilla de ascenso, y aunque el partido no fue nada del otro mundo, la gente cantó, hizo la ola y disfrutó con un equipo que otra vez nos hará soñar durante un mes. Y es que del partido basta con decir que llegó un filial con ganas de hacer buen fútbol pero que se estrelló contra un Jaén muy bien posicionado y muy serio en defensa. El Real Jaén tiene un entramado defensivo que es cemento armado y una delantera capaz de sacar petroleo de la nada, por eso, quiero firmar debajo de los que dicen aquello de: "porque este año subimos a segunda y pobre del que quiera robarnos la ilusión".