El Barça y la Conquista Pacífica.

"Es el triunfo de un estilo", aseguró David Villa (que hizo dos goles) al final del clásico, y la verdad es que nunca había visto un repaso tan soberano en toda mi vida. Pensé que ese estilo hermoso de posesiones largas y recuperaciones rápidas, ese fútbol total que acapara la pelota, madura la jugada y asesta el estoque mortal cuando los once rivales danzan hipnotizados persiguiendo sombras, se había glorificado y homenajeado en la noche de ayer, tras haber vencido en todas las competiciones y torneos del mundo. Este tiqui-taca ya ha ganado todos los títulos posibles a nivel de club, incluyendo una Eurocopa y una Copa del Mundo de naciones. Creo que ningún otro estilo había triunfado de esta manera, y por si alguien tenía dudas, anoche humilló y destrozó con una goleada apabullante a ese Madrid del orden y el contragolpe.

Me alegro, más aun por los valores que, entiendo, abanderan los protagonistas. Me agrada que triunfe la calma y el respeto de Pep, que dicho sea de paso, dio indicios de ser humano en la provocación al provocador. Me enamora el nuevo recital de Xavi, que abrió la herida y dirigió el festival. En su cabeza comienza todo, en sus pies se inicia la hipnosis: toca y apoya, recibe, toca y la vuelve a pedir... como en el segundo gol, con una posesión eterna e inofensiva en el centro del campo que acabó con zarpazo de Villa y gol de Pedro bajo el travesaño. La conquista pacífica. Juanma Trueba, del diario AS, lo definió a la perfección hace unos meses cuando Xavi vestía de rojo: "El rival siente de pronto que el agua le alcanza el cuello y no sabe quien abrió el grifo. Fue Xavi." Estoy pensando que si no recibe el balón de oro dejaré de prestar atención al premio por siempre jamás.

Y prometo no volver a entrar en el debate Messi-Cristiano, porque la duda empieza a ofenderme. "A ver si a nosotros nos meten ocho", retó hace una semana este prepotente adinerado tras conocer la goleada del Barça al Almería y aplastar a un pobre Atlhetic en el Bernabeu. Anoche, y no antes, respondió el Barça a la vacilada, a un Cristiano al que se le sigue esperando en los grandes acontecimientos, tanto en el Real como en su país. Entre tanto, aunque ayer no marcó, Messi acumula goles y asistencias en clásicos, finales y demás grandes citas. Pero lo que más me gusta es su humildad fuera y dentro del campo. Aparece, encara y mata. Las provocaciones y las filigranas son para otros.

Pero habría pagado cualquier cantidad de dinero por haber podido ver la exhibición azulgrana junto a Manolo Preciado, ese currante del fútbol al que Mou acusó de regalar el partido en el Camp Nou. Los suplentes del modesto Sporting de Gijón, cuya profesionalidad Mou puso en entredicho, perdieron por 1-0, asegurando que en Inglaterra podrían incluso tener sanción. Anoche los millonarios titulares del técnico portugués fueron aplastados por un ciclón que no tuvo piedad. O sí, porque en el minuto 57 el resultado era ya de 4-0, y fue entonces cuando en lugar de hacer otros cuatro, el Barça se dedicó a jugar y a disfrutar. Sólo llegó un gol más, del canterano Jeffren. Pensaron que la goleada sería humillante e histórica, pero la forma... la forma será eterna. Sacrificaron goles por fútbol, y se agradece, tanto el aficionado blanco, como el culé, como cualquier otro.
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