Pero supongo que todos convendremos en que el parón es necesario. Primero porque la Navidad debe de ser, por los siglos de los siglos, esa época del año dedicada única y exclusivamente a la familia (Amén). Y segundo porque el fútbol aficionado le debe un segundo mes
de reposo al castigado cuerpo del fútbolista amateur, que comienza su preparación deportiva en el mes de agosto y cierra la temporada a finales de junio. El futbolista de la Preferente suele terminar destrozado, no por la aglomeración de partidos, sino porque, por lo general, se ajusta al perfil del buen ciudadano que madruga para darse una tunda de currar a jornada completa, y acudir al entrenamiento de turno a las 21:00 horas del día con el mono de trabajo aun puesto y a pasar un frio del carajo.Así que me parece que, obsesiones deportivas a parte, el parón Navideño es muy necesario. Porque estaba pensando, además, en esos equipos (dígase, por ejemplo, Guarromán, Huelma, Navas, Villargordo o Beas de Segura) que, sin haber comenzado todavía la fase decisiva de la liga, empiezan a notar la gruesa y áspera fibra de la soga que les roza el cuello. Bendito parón para esta familia que no puede ofrecer compensación económica alguna a unos jugadores que se juegan la permanencia después de un largo y agotador día de aceituna. Y es que no es lo mismo competir con un Mercedes Clase C, que con un Land Rover rural y su correspondiente remolque cargado de aceituna. Incluso en este fútbol modesto, el cuerpo del fútbolista es una máquina de precisión que no permite abandonos.