EMPATE Y LOCURA FINAL.


El empate a cero no es un resultado que refleje con fidelidad la clase de partido que pudimos ver ayer en el municipal de San Benito. Intuyo, además, que nadie salió contento con un reparto de puntos que deja todo tal y como estaba: ni el Porcuna asestó el golpe que pretendía, ni el Baeza logró recuperar el terreno perdido. Sin embargo, atendiendo al descontrol de la recta final, en el que cualquiera pudo haber desequilibrado el marcador, ambos podrían dar gracias al fútbol por el bagaje obtenido. No lo harán. Si algo quedó patente es que anoche se enfrentaron, posiblemente, los dos mejores equipos de la liga. Dos equipos ganadores que aprovecharon el envite para presentar candidatura al título.

El Baeza lo hizo en la primera parte, después se diluyó. El entusiasmo por descarrilar al líder duró cuarenta y cinco minutos, tiempo que aprovechó para mostrarse como equipo intenso, ingenioso, bien armado y altamente inflamable. La velocidad de Raúl y la habilidad de Juanlu son argumentos más que suficientes para dinamitar cualquier entramado defensivo de la Preferente, pero el problema de una explosión es su corta duración: estalla, destroza y se acabó. Ayer, el Baeza redujo su capacidad de amenaza a la primera parte y al suspiro final, el resto del tiempo fue una sombra del aspirante que puede ser, otra víctima pisoteada por este Porcuna que ya aventaja en cinco puntos a su inmediato perseguidor. A pesar de todo, insisto, pudo llevarse el partido. Tuvo ocasiones, y las tuvo muy claras.

Pero si alguien mereció realmente la victoria fue el Atlético Porcuna, que además de discutir ese primer asalto en el que hubo ocasiones por ambos bandos, gobernó el resto del partido con una autoridad dictatorial, sin mostrar clemencia ni atender a razones. La segunda parte del conjunto rojiblanco fue algo así como la tormenta perfecta: ocasiones de gol, velocidad en el juego, intensidad, carácter, más ocasiones. Alegría, creatividad, descaro, verticalidad, disparos a la madera, gol fantasma, penaltis dudosos... y más ocasiones. El asedio desbordó al Baeza por tierra, mar y aire, que contaba los minutos para despertar de la pesadilla y salir milagrosamente ileso

Si el Baeza es inflamable, Julián Beltrán cuenta con una banda de jóvenes alborotadores que anoche alteraron el orden propuesto por Rafa Perales, entrenador del conjunto baezano. Chiqui y Jose encaran y apuñalan por banda, Parra se filtra entre líneas en la zona de tres cuartos, y David, en punta, es la clase de rebelde que convierte cada balón dividido en una causa justa por la que pelear. De manera que, todos juntos y con el equilibrio y la contundencia que aportan los de atrás, convierten al Porcuna en el equipo temido y respetado que pasado mañana tendrá otra nueva oportunidad para imponer su ley.