El Bernabéu ha hablado


La Champions y el afable Copenhague enfriaron el termómetro del Bernabéu. El 4-0 apaciguó los ánimos de una grada que no olvida la 'humillante' derrota ante el Atleti. Prueba de ello fueron los silvidos que se escucharon al anunciar por megafonía el nombre de Ancelotti y la expectación con que asistió el aficionado al inicio de partido. Una vez le escuché decir a Valdano que, en el Bernabéu, lo verdaderamente escalofriante para un futbolista es escuchar el silencio. Pues así, y sólo roto por algún murmullo, comenzó el Madrid de Ancelotti a implorar clemencia. Más tarde, Cristiano y Di María sentenciarían el partido con un par de goles cada uno.
La parroquia volvió a casa en paz pero da la sensación de que el resultado sólo sirve para cumplir el libro de ruta. No cambia las cosas aunque, al menos, tampoco las empeora. Y es que este Real Madrid tiene a la grada dividida en sus diversos frentes abiertos. Por un lado, los enésimos pitos a Benzema -que gozó una vez más de la titularidad- contrastan con los aplausos hacia Morata y su entrada triunfal en el 75'. El Bernabéu, harto de la apatía del francés, se ha decantado por el entusiasmo del canterano. El otro foco de polémica está en la titularidad de Khedira. Con el rendimiento que empieza a dar Illarramendi (cuajó un partidazo en todas las fases del juego) parece que el Bernabéu empieza a verle como el mejor escudero de Modric en ausencia de Alonso. La pareja entre el croata y el vasco desplazaría al volante alemán, pero Ancelotti sigue apostando por él.
Sin embargo, la gran cuestión que divide al madridismo es la portería. No se le puede negar a Diego López su extraordinario arranque de temporada, pero está claro que el Santiago Bernabéu tiene memoria y tiene portero. Anoche, poco antes de que el colegiado pitara el final del partido y con el 4-0 a cuestas, los amigos daneses del Copenhague probaron una última incursión al área del Madrid. Lástima que por allí andaba Casillas. No tuvo que esforzarse demasiado el capitán para ahogar cualquier tipo de ilusión, sin embargo, el estadio celebró su modesta intervención como si de esa parada hubiera dependido la mismísima décima Copa de Europa. Irritado por los últimos acontecimientos, el Bernabéu aprovechó la ocasión para lanzar mensajes pacíficos hacia el banquillo. Demasiados frentes abiertos para Ancelotti. El Bernabéu ha hablado.